Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos no sólo han existido en el mundo material que los rodea, sino también en muchos mundos paralelos. Mundos de ficción creados por ellos mismos, en los que también desempeñaron un papel en su formación o al menos tuvieron un impacto en su existencia. Sumergirse en un mundo imaginario lleno de ilusiones siempre ha sido un seductor método para escapar de lo que en ocasiones es la cruda realidad. Muchos caminos conducen a una percepción alterada; dirigida a la apertura de estados de la conciencia alternativos; a través de la meditación o la hipnosis, delirios sensoriales y espejismos ópticos, o mediante la ingesta de sustancias que expanden la mente. Existen numerosas opciones.
El fenómeno de la pareidolia −provocada por las formas y patrones estructurados oscuramente− es un trastorno de percepción accidental, inconsciente y a menudo a corto plazo, no muy diferente de una alucinación. El cerebro humano completa con rapidez estos fragmentos mediante el acceso a formas y objetos familiares; un producto de la imaginación creado a partir de componentes de la realidad. Este fenómeno puede deberse a problemas relacionados con la edad o la salud (por ejemplo, durante un delirio provocado por la fiebre), pero también puede manifestarse en personas totalmente sanas, de hecho, incluso se puede controlar de forma activa. Todos nos hemos deleitado con este repentino truco de los sentidos, sobre todo cuando éramos niños, cuando el mundo "real" todavía parecía incompleto y repleto de misterios. Nubes que se transforman en cabezas de dragón o sombras ominosas que evocan criaturas malignas.
Las distorsiones ilusorias están estrechamente relacionadas con este tipo de alucinaciones. Esto es cuando las impresiones sensoriales se interpretan incorrectamente debido a una percepción sesgada. Contrariamente a las pareidolias, no son provocadas por formas amorfas sino por una mala interpretación de los objetos reales: un reloj se transforma en una gárgola grotesca o detectamos rostros y figuras humanas en patrones del papel pintado. A menudo, estos fenómenos son provocados por agotamiento físico, cansancio excesivo, fiebre u opacidad general de la conciencia, así como tensiones emocionales o uso excesivo de estimulantes, como el café o el alcohol. Las influencias medioambientales como voces de fondo o niebla también pueden aumentar el efecto.
Un tipo mucho menos nocivo de percepción errónea viene en forma de ilusiones ópticas, donde el observador es consciente del engaño visual. Una vez más, la causa es una disfunción entre lo que el ojo ve y lo que el cerebro interpreta. Líneas, cuadrados o puntos dispuestos en un orden específico podrían indicar diferencias en términos de tamaño, color y forma, que al observarse más detenidamente, resultan ser falsos. Las ilusiones ópticas son principalmente una indicación de la subjetividad y objetividad de nuestra percepción.
De acuerdo, tus cuatro paredes no son un espacio ilusorio, sin embargo pueden ser vistas como una fortaleza que protege del mundo exterior. Aquí, podemos crear nuestro propio mundo, un mundo que encaja con lo que necesitamos y queremos −no uno del que estamos a merced y sobre el que no tenemos influencia alguna. Un mundo en el que diseñamos según nuestras propias especificaciones eligiendo colores, diseños y objetos de nuestro gusto.
Esto se puede conseguir con medios relativamente moderados. Solamente seleccionando y combinando con habilidad papeles pintados que pueden ayudar a crear mundos ilusorios. Cada habitación puede ser el espacio de una escena totalmente diferente, un entorno visual distinto; por ejemplo, mediante la simple elección de papeles pintados con motivos geométricos o fragmentos que inspiren al ojo a ver nuevas formaciones y, al cerebro, infinidad de interpretaciones. Pero, ¿cuál es la finalidad de estos esfuerzos? Quizá sea sumergirse en un mundo ilusorio por unos preciosos instantes, mirar a la pared en un estado de cuasi meditación, olvidarse de la monotonía diaria por un momento, o simplemente recordar cómo éramos de niños.
Al fin y al cabo, cuando todo está dicho y hecho, no se trata de engañar a los sentidos; sino de la estimulación de los mismos. Un escape puramente estético de la vida cotidiana, sin riesgos ni efectos secundarios.
Texto y gráficos: szim